Nos maravillamos de como trabaja nuestra mente, no sabemos como lo hace, pero funciona. No entendemos como lo hace. El cerebro percibe todo del exterior a través de los sentidos, interpreta esta información a su gusto y nos da una conclusión que nosotros la tomamos como una verdad absoluta y actuamos de acuerdo a esa verdad que solo para nosotros pueda ser cierta.
La mente se alimenta de la información que percibimos, una información que llega incompleta y este se encarga de completarla, de llenar esos espacios vacíos, ausentes de una percepción fallida. Espacios que son llenados con información con la cual nuestra mente cree que es la mejor información, es como un rompecabezas que solo ella sabe como armarlo. Completa la información con datos que a ella le parecen convenientes para resolver nuestra búsqueda.
No sabemos como lo hace, sólo percibimos ciertas cosas y ella se encarga de completar y decirnos que lo que buscamos está delante de nosotros, pero solo vemos una percepción vaga de la mirada, pero la mente te dice que es lo que ella busca. Una mirada, una imagen reflejada en nuestras mentes, una imagen que ella se encargará de completarla hasta dar con lo que buscamos. De acercarnos a sus ilusiones.
Una mirada que no lo ve todo, pero observa más de lo que debe. Una imagen que para cualquiera puede significar nada, pero para nosotros lo es todo. Nuestra mente nos dice eso, aceptamos esa imagen incompleta como verdadera que es lo que buscamos. Observamos cada detalle y buscamos coincidencias de esa imagen vaga en un rompecabezas metido en nuestras mentes. La vista a veces nos engaña, pero el cerebro no, cuando no encaja una pieza, un detalle, una minúscula información, ella se encarga de desecharla y asegurarnos que nos estamos alejando de nuestra búsqueda.
Pero, sin embargo, cuando percibimos información de la persona adecuada, la que buscamos, nuestra mente se encarga de encajar perfectamente todo lo que percibimos, todo lo que vemos, oímos y sentimos. Ella sabe donde va cada pieza, cada información y nos asegura que es la persona que buscamos; si una pieza no encaja, no la desecha, simplemente espera el momento de encajarla con tiempo.
Tiempo, una constante irracional que el cerebro tiene muy en cuenta en encajar lo que percibimos de la persona adecuada. Lo hace con calma, sin apresurarse, con paciencia para que encaje cada pieza, sin preocuparse que el tiempo se acaba. Se nos escapa de las manos, un momento, una mirada, una percepción incompleta, una verdad impuesta por nuestras mentes brillantes, una ilusión buscada por el resto de nuestras vidas, una mente que nos dice qué tenemos que buscar pero no nos dice como funciona, tan sólo lo hace.
Encajar piezas, a veces nuestra mente se equivoca, por más que trata de encajar una pieza que todo indica que debe ir en su lugar, no logra hacerlo. Busca infinitas posibilidades del encaje perfecto, pero es en vano. Llega a un punto en que se da por vencida y sin más desecha esa pieza y emprende la búsqueda de otra. En qué momento nos damos cuenta que no encaja algo, que lo que buscamos no lo vamos a encontrar en esa percepción incompleta. Con el tiempo nos damos cuenta de que no encontraremos nada; otra ves, el tiempo, una constante irracional para nuestras mentes.
Nuestra mente, con la percepción incompleta de las cosas, se divierte, se deprime, trabaja para que encajen las piezas, busca experiencias, recuerdos perdidos de nuestra vida, se enamora y todo esto de la percepción incompleta que recibe de lo que sentimos. Y sin embargo, sólo se ocupa de sobrevivir, de no morir en el intento de encajar piezas en nuestra búsqueda...
Nuestra mente, con la percepción incompleta de las cosas, se divierte, se deprime, trabaja para que encajen las piezas, busca experiencias, recuerdos perdidos de nuestra vida, se enamora y todo esto de la percepción incompleta que recibe de lo que sentimos. Y sin embargo, sólo se ocupa de sobrevivir, de no morir en el intento de encajar piezas en nuestra búsqueda...
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